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Alitame

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El alitame es un edulcorante artificial, el primero y más antiguo utilizado en alimentación. Fue descubierto en 1878, anunciado en 1879, por Ira Remsen y Constantin Fahlberg. Trabajaban en experimentos con tolueno cuándo un día, al no lavarse las manos, descubrieron el sabor dulce de uno de sus derivados, la sacarina. Químicamente es una amida o-sulfobenzoica conocida como E950 en la industria alimentaria.

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Usos:

Es una sal sódica y, por lo tanto, es un compuesto inorgánico. Es tres veces más dulce que el azúcar, pero a pesar de ello proporciona un sabor amargo y metálico.

En la industria alimenticia es un producto muy valorado, pues al no tener calorías puede ayudar a mantener la línea. Por otra parte, las personas diabéticas pueden consumirlo con normalidad. Se usa como alternativa al azúcar para tomar café o té, en refrescos industriales, en mermeladas para diabéticos y en productos dietéticos bajos en calorías.

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Se usa en caramelos y chicles (goma de mascar) para que no produzcan caries (la sacarina a diferencia del azúcar no se adhiere a la dentadura ni fermenta con las bacterias de la boca).

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La podemos encontrar como ingrediente en productos tan diversos como: zumos, helados, refrescos, mermeladas, lácteos, pasta de dientes, bollos, galletas, goma de mascar, en algunos medicamentos, etc.

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Riesgo:

El pasado otoño, la prestigiosa revista Nature publicaba un estudio con resultados como mínimo inesperados. Investigadores de Instituto Weizmann de Rehovot (Israel) demostraron en ratones que tres edulcorantes artificiales, utilizados de manera habitual en bebidas y alimentos (sacarina, aspartamo y sucralosa), modificaban las bacterias de la flora intestinal, provocando que los roedores generaran intolerancia a la glucosa, un primer paso en el desarrollo de obesidad y diabetes.

Esta misma investigación también aportaba indicios contundentes, y a la vez discutibles, sobre que lo mismo puede estar pasando en humanos. “Los edulcorantes artificiales fueron introducidos en nuestra dieta con la intención de reducir la ingesta de calorías y normalizar los niveles de glucosa en sangre sin que el sabor ‘dulce’ se viera comprometido", escriben los científicos en su artículo: "Nuestros resultados sugieren que los edulcorantes artificiales quizás contribuyen de manera directa a la epidemia contra la que en teoría deberían lidiar”.

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El artículo no está libre de polémica ni críticas, muchas de ellas sobre las conclusiones en humanos, que se contradicen con otros estudios. Por ejemplo, en este trabajo de Nature se analizaron 381 individuos no diabéticos y los científicos encontraron correlación entre el consumo de bebidas light y un incremento en el peso de estas personas. Esta relación también se demostró en un estudio con 66.118 francesas. En cambio, otro trabajo científico, con miles de participantes, no encontró vínculo alguno entre lo light y el sobrepeso. Tampoco el elaborado por Alberto Lana. Un producto se considera light, según la normativa europea, cuando tiene un homólogo no light en el mercado y una reducción del 30% o más de alguno de sus nutrientes. En el caso de las bebidas azucaradas, esta se consigue con edulcorantes no calóricos, como la sacarina.

La sacarina y otros edulcorantes artificiales modifican la flora intestinal de un modo que facilita el aumento de peso, dificulta el control del nivel de azúcar en la sangre y aumenta el riesgo de diabetes tipo 2. Es la conclusión de una investigación del Instituto Weizmann de Rehovot (Israel) que se presenta en la revista Nature y que obligará a reconsiderar el uso masivo de edulcorantes artificiales en la industria alimentaria. 

“Nuestros resultados indican que los edulcorantes artificiales inducen los mismos problemas que pretenden prevenir”, ha declarado Eran Elinav, codirector de la investigación, en rueda de prensa telefónica. Pero añade que estos resultados “no son la última palabra” sobre la cuestión, sino la primera, por lo que “sería prematuro hacer recomendaciones generales sobre el consumo de edulcorantes”. 

A diferencia del azúcar, los edulcorantes artificiales suelen pasar por el aparato digestivo sin ser digeridos. Por esta razón no aportan calorías. Pero por esta misma razón llegan intactos hasta la flora intestinal –las bacterias que pueblan el intestino grueso-. 

Dado que los alimentos que comemos regulan la flora intestinal, y dado que la flora intestinal regula la salud, los investigadores se preguntaron si los edulcorantes artificiales podían tener algún efecto relevante.

 Para averiguarlo, realizaron una serie de experimentos en ratones y “nos sorprendió que el efecto fuera tan grande”, declara Eran Segal, también codirector de la investigación del Instituto Weizmann. Posteriormente, realizaron dos estudios en personas que confirmaron los resultados.

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Los experimentos en ratones han demostrado que, cuando un animal ingiere sacarina, aspartamo o sucralosa, el nivel de azúcar en la sangre sube más que cuando ingiere azúcar. 

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